Los nutrientes de la educación
A la hora de educar, es mucho más fácil prohibir y sancionar que enseñar o motivar, pero ¿qué es lo más efectivo a la hora de nutrir de habilidades a nuestros hijos o alumnos?
Cuando hablamos de nutrición, vemos que es más atractivo quitar el hambre con un dulce que con fruta o verduras. Pero cuando hablan los especialistas en nutrición, nos recomiendan que hagamos una dieta equilibrada.
A un amigo nutricionista, le pregunté; ¿cuáles son las cantidades adecuadas de cada alimento, para llevar una dieta equilibrada? Este me respondió: debes comer verduras, las que quepan en las dos manos abiertas; de proteínas, lo que quepa en la palma de una mano, y de hidratos de carbono, lo que quepa en un puño.
Todos sabemos que es mucho más fácil dar de comer azúcares e hidratos de carbono que proteínas o verduras, pero qué objetivo perseguimos a la hora de la cena, ¿quitarnos la cena del medio lo antes posible o alimentar de nutrientes esenciales a nuestros hijos?.
Cuando comemos dulces llenos de calorías vacías, no estamos aportando a nuestro organismo los nutrientes esenciales para un correcto desarrollo; sin embargo, estamos quitando el hambre llenando de energía un depósito que luego nos costará trabajo gastar, olvidando que nuestras células necesitan nutrientes que se encuentran en otro tipo de alimentos. Esto no quiere decir que no podamos permitirnos un dulce de vez en cuando, pero debemos limitar la ingesta de estos si queremos gozar de una buena salud.
Si me permitís utilizar el símil, podríamos decir que la motivación es la fruta y verdura, que enseñar y razonar es la proteína y que la prohibición y la sanción es el azúcar y los hidratos de carbono de la educación.
El esfuerzo del niño para que pueda aprender y tener una buena formación, no es que sea necesario, es que es esencial. Por ello debemos gastar mucha de nuestra energía en conseguir que los niños se esfuercen.
Para conseguir que un niño se esfuerce hay quien defiende la prohibición, la obligación y la sanción como instrumento esencial.
En las políticas de comportamiento de los colegios, se gasta demasiada tinta en establecer las sanciones adecuadas a las diferentes conductas destructivas de los niños. ¿Cuántas veces hemos oído aquello de “la “letra con sangre entra”?. ¿Cuántas veces hemos oído, a personas que todo lo arreglan rápido, que hay que dar un bofetón a tiempo?
¿Hay un recurso más fácil de usar, que decir a un niño que viene la policía y que lo meterá en la cárcel si se sigue comportando de esa manera? No habéis oído demasiadas veces, “al rincón de pensar” o “estos niños no valoran nada porque todo lo tienen” o tantas y tantas frases que usamos para echar la culpa a nuestros niños de nuestra incapacidad de motivar.
Son diferentes formas de los hidratos de carbono y azúcares de la educación.
Demasiadas veces confundimos nuestro objetivo a la hora de pensar en cómo corregir a un niño. Si vemos que un niño ha actuado de manera incorrecta, y pensamos que su padre o su madre debe ser conocedor de lo que ha pasado, lo primero que debe hacer un profesional de la educación o un padre o una madre, es explicar qué medidas debemos adoptar para corregir al niño, en lugar de basar nuestra explicación en los detalles de lo que ha hecho mal.
Cuando un niño le falta el respeto a un profesor y el profesor tras tomar las medidas que estime oportunas, piensa que los padres deben ser conocedores de esta situación, sirve de muy poco que el profesor escriba una nota a los padres diciendo “hoy tu hijo me ha insultado”. Con esta nota al padre o la madre y sobre todo si ya esta nota se ha repetido en más ocasiones, lo que le entra es hambre desaforada de “azúcar de la educación” y probablemente se quite ese hambre atiborrándose de bollería industrial del tipo “castigado sin móvil”, “tu siempre igual”, “estoy harto de…”.
Para evitar este empacho innecesario, es muy importante que el que quiera contar con la colaboración de los padres de un niño para corregir una determinada conducta, explique antes de contar el hecho en sí, de qué manera, según la opinión del que informa, podemos ayudar al niño, poniendo énfasis en esto y no en el incidente en sí.
Lo que más energía le consume a un educador, es motivar a un niño, pero es lo que más alimenta su formación, por eso es tan importante cuando tenemos la responsabilidad de educar convertirnos en motivadores.
Un buen educador además prepara explicaciones y razonamientos para poder explicar al niño en cada momento oportuno, no cesa en su esfuerzo de razonar y explicar.
Pero cuando ya nos hemos comido toda la verdura y toda la proteína del plato podemos acudir a los hidratos de carbono e incluso a los azúcares.
No debemos basar la educación de un niño en la sanción, pero no hay duda que es un instrumento que podemos usar moderadamente cuando hemos agotado todos los recursos anteriores. Por ello suele sancionar más a menudo el educador que menos recursos tiene.
Entre todos podemos conseguir que nuestros hijos y alumnos gocen de una dieta equilibrada y de una formación efectiva y gratificante.
Agustín Aycart
Director de CBS, The British School of Seville
School Principal