Acoso escolar – La violencia no es cosa de niños
El acoso escolar no es nada nuevo, pero es cierto que, durante mucho tiempo, no se ha hablado de esta realidad porque estaba “mal vista”. Romper este tabú y dar herramientas para luchar contra esta forma de maltrato es un objetivo que debemos tener todos: padres, madres, educadores en general, colegios, sociedad. La realidad no se puede negar mirando hacia otro lado porque este es un tipo de violencia que puede tener graves consecuencias. Es, además, un tipo de violencia difícil de identificar. Permanece oculta casi siempre para las personas adultas, pero es bien conocida por el alumnado.
La violencia entre niños, acoso escolar, también conocida como bullying, puede darse en grupo o de forma individual. Es una conducta intencionada, que se repite y prolonga en el tiempo y que puede hacer daño físico y psicológico a quien la padece, pero también a los niños que la presencian y a los que la ejercen. Puede pasar en la escuela, pero también en la calle, el parque, las extraescolares… Si ésta ocurre o se extienda a las redes sociales, la llamamos ciberbullying o ciberacoso.
Es importante distinguir entre un episodio en particular y aislado, y las características del acoso escolar o de otras conductas violentas que también pueden darse dentro del contexto escolar. Para que se considere acoso, deben concurrir las siguientes acciones:
• Intencionalidad por parte del agresor. Trabajos posteriores han puesto de manifiesto que para definir una situación de acoso los escolares se basan en la percepción subjetiva de la víctima, más que del agresor sobre la intencionalidad de la conducta.
• Repetición en el tiempo. Un hecho aislado, por muy grave que sea, no puede considerarse acoso escolar.
• Desequilibrio de poder. Esta desigualdad puede ser física, psicológica o social y hace que la víctima no pueda defenderse fácilmente por sí misma. Junto a estas características Rosario Ortega y J.A Mora-Merchán, profesores de Psicología Evolutiva y de la Educación, han señalado la presencia de la ley del silencio y el esquema dominio-sumisión. En situaciones de acoso los escolares no suelen comunicarle lo que está pasando a los adultos. Por otra parte, el desequilibrio de poder que existe entre el agresor y su víctima se transforma en un patrón de comportamiento, dónde el agresor ejerce el poder sobre la víctima, la cual se somete a su dictado.
En España han sido pocas las investigaciones que han contado con muestras nacionales sobre acoso escolar y ciberacoso. En estos estudios se pone de manifiesto que no hay grandes diferencias con respecto a la extensión del acoso entre las diferentes comunidades autónomas ni entre los tipos de centros educativos. Aunque en el primer estudio no se aportaron índices generales de acoso escolar, quedó bien claro que el fenómeno se extiende por prácticamente todos los centros educativos.
¿Qué podemos hacer entre todos?
Para acabar con esto, tenemos que saber qué hacer, cómo detectarlo e intervenir. Tenemos que educarnos todos, porque son situaciones que no esperamos pasar. Para ello tenemos que empezar por educar en la buena convivencia, en el respeto, debemos compartir y crear materiales para entender la naturaleza del acoso escolar y que todos lo entiendan y se sientan identificados y promover la empatía por los otros.
No sólo hay que preocuparse por las víctimas o los acosadores. Según Carmen Cabestany, secretaria de la Asociación No al Acoso Escolar, “El acoso escolar es un fenómeno grupal en el que la actuación de los testigos es fundamental” Si cuando alguien es acosado, los que están a su alrededor se ponen de su parte y no permiten el acoso en lugar de mirar hacia otro lado para evitar convertirse en víctimas también, las cosas cambian mucho.
Por otro lado, en la mayor parte de los casos, los padres de los acosadores tienen dificultad para reconocer que su hijo es un acosador, pero, aunque duela, es importante enfrentarse a la situación, ponerle límites, ayudarle, porque no sólo está ayudando a la víctima, sino que está ayudando a su propio hijo, puesto que podría llegar a ser un adulto maltratador o podría arrepentirse del daño causado y arrastrarlo como trauma a su edad adulta.
Si lo que más nos importa por encima de todo, es que nuestros hijos sean felices, no podemos dejar que estas situaciones nos pasen desapercibidas. En todos nosotros tiene que haber implicación, consciencia, sentido de la responsabilidad, sentido de la justicia y serenidad para actuar en beneficio de los que nos miran como ejemplo.