LECCIONES DE VIDA PARA TODAS LAS EDADES
Desde hace cuatro meses, los lunes son un día especial en la clase de Year 9: todos los primeros días de la semana, los niños saben que deben estar preparados a las 10:00 para, cartulinas, colores y alegría en mano, dirigirse a la Residencia para la Tercera Edad Orpea, en Bormujos.
Comenzamos este gran proyecto por iniciativa de Miss Samantha, quien acertó de lleno en la idea de que nuestros estudiantes dedicaran parte de su tiempo a ayudar a los demás. Lo que no nos imaginábamos, quizás, era que este proceso iba a ser mucho más que bidireccional. Pero empecemos por el principio.
Dividimos la clase de los niños de Year 9 en grupos que se han ido alternando los lunes de cada semana para ir a la residencia a pasar un ratito de su mañana ayudando a los abuelos que allí residen. “¿Cómo podemos ayudarlos, Miss Eva?” recuerdo que me preguntaban al principio. En una sociedad en la que todo lo tangible está tan al alcance de la mano, es difícil comprender cuánto significa regalar unos minutos de tu tiempo a alguien que necesita ser escuchado, acompañado. Así, lunes tras lunes, nos metíamos en la furgoneta de Hugo que nos dejaba en la residencia a las 10.15 y nos recogía una hora más tarde.
No puedo pasar por alto el hecho de que, desde el principio, los niños de Year 9 superaron cualquier tipo de expectativas. En todas estas semanas, se han implicado al cien por cien con los abuelos a los que hemos visitado y, con y para ellos, han bailado, actuado, creado flores de papel de seda; han jugado a las adivinanzas, les han leído y contado cuentos. ¡Hasta una carreta del Rocío de cartulina han hecho! Sin embargo, los frutos de este trabajo empezaron a aparecer en el momento en el que los niños comenzaron, por sí mismos, a interesarse por los abuelos. A quererlos, al fin y al cabo. Querían saber más sobre ellos, querían saber cómo eran cuando tenían su edad. A qué jugaban… a quién querían. ¿Tenían perro? ¿Cómo era su casa?
Los abuelos han estado encantados de regalarles sus historias y nosotros, agradecidos de recibirlas. Algunas, más coloridas que otras. Otras, tan duras como sus ojos cuentan en silencio.
A través de la mirada enamorada de Lola, de la profesora María Jesús, de las historias tan divertidas de Juana o del cariño con que Fernando hablaba de su mujer, han aprendido nuestros niños todo lo que ellos les han enseñado… sin saberlo. Han entendido la verdadera importancia que tiene regalar nuestro tiempo a quienes queremos. Han aprendido a mirar con ternura, a cuidar a quienes antes cuidaron.
Hoy, les decían adiós con un abrazo a los abuelos con los que hemos compartido tantas mañanas de lunes. Allí, se quedan con la alegría y las risas que les llevaban nuestros niños.
Aquí, nos quedamos con las lecciones de vida que nos han regalado ellos.
Miss Eva